El amor de Juan Rulfo
En 1941
Juan Rulfo conoció a Clara Aparicio; él tenía 24 años y ella sólo 13.
Comenzaron una relación epistolar y siete años después se casaron.
México, D.F., 26 de mayo de 1947
Querida Chachinita:
¿Nunca te he contado el cuento de que me caes re
bien? Pues si
ése ya lo sabes te voy a contar otro.
Ahí tienes que había una vez un muchacho más loco, que toda la vida se la había
pasado sueñe y sueñe. Y sus sueños eran, como todos los sueños puras cosas
imaginarias
[...] Bueno, la historia es muy larga
y voy a dar un brinco. Vinieron los años buenos en que comenzó a ver acercarse
un sueño. El mejor de todos. Grande y enormemente hermoso. Era una muchachita
rete horripilante que levantaba la ceja para mirar a los seres despreciables
que iban a su lado. Así era de lejos. Pero más cerca, cuando se veía todo lo
que ella era claramente, cuando uno se asomaba a sus ojos, el cariño cegaba
todas las demás cosas y uno ya jamás quería separarse de su lado. Ese sueño que
eres tú todavía dura. Durará
siempre, porque siento como que
estás dentro de mi sangre y pasas por
mi corazón a cada rato.
De
verdad, cuídate mucho, come y duerme bien y sueña con los angelitos y no con
esta cosa maligna que soy yo.
Pero no me olvides.
Y
que siempre seas igual, Chachinita adorada.
Juan
Querer que nunca termina.
El amor de Rosario Castellanos
La poeta mexicana Rosario Castellanos (1925-1974)
tuvo una existencia atormentada, marcada por sucesos trágicos, largas
temporadas de depresión y un amor mal correspondido.
Madrid, 6 de noviembre de 1950
Me entregué a usted: nunca me he puesto a
considerar si fue
sólo un momento. Sé que antes de
conocerlo era yo una persona completamente distinta de la que soy ahora y que
tal como me
ha hecho le pertenezco. El que usted me
sea fiel o no, no me hace variar de actitud. Yo le seré fiel siempre, a toda
costa. No me interesa coquetear con nadie. Lo amo a usted. Si usted me falla,
si por cualquier motivo nuestro amor no puede
realizarse, yo no quiero volver a saber nada de amor con nadie, yo quiero vivir
completamente sola y sin que nadie me hable de estas cosas. A usted no puedo
substituirlo con nadie. Lo amo a usted, con exclusión del resto del mundo. Lo
amo a usted aunque tenga niñitas y aunque las ame a ellas y aunque no me ame a
mí. Lo amo y lo amo. Y estoy furiosa. Grrrr. Claro que si usted me dice que no
quiere saber nada de mí no voy a andar detrás de usted dándole lata.
Rosario Castellanos.
Napoleón enamorado

En 1796 Napoleón Bonaparte se casó con Josefina Tascher. Pocos días después de
la boda, partió a una de sus campañas en Italia. En era obsesivo, celoso y
dependiente a su esposa, de quien se divorciaría 13 años después.
Verona, 23 de noviembre de 1796
Ya no te amo más; al contario, te detesto. Eres una
villana, una torpe, una tonta, una desgraciada. Tú no me escribes nada, tú no
amas a tu marido; sabiendo el placer que le provocan tus cartas, no le escribes
ni seis líneas, ni por casualidad.
¿Qué hace entonces madame todo el día? ¿Qué asuntos
tan importantes le quitan el tiempo para escribir a su bien amado? ¿Qué
sentimiento asfixia y deja de lado el amor tierno y constante que usted me
prometió? ¿Quién podrá ser ese maravilloso, ese nuevo amante que absorbe todos
sus instantes, tiraniza su día entero e impide que usted se ocupe de su marido?
Josefina, ten cuidado, una de estas noches tras la puerta cerrada estaré.
En verdad, estoy inquieto, mi buena amiga, de no
recibir noticias tuyas; escríbeme pronto cuatro páginas de esas amables cosas
que llenan mi corazón de sentimiento y placer.
Espero
poder antes tenerte entre mis brazos y cubrirte de un millón de besos ardientes
como el Ecuador.
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